domingo, 13 de febrero de 2011

(Capítulo 1) El encuentro

Medianoche, en un claro del bosque, alejado del reino, cerca de un pequeño lago, en el cual la luz de la luna se queda plasmada en el agua. En un caballo blanco, sentada de lado, para que el vestido no se estropee y con capucha oscura, procurando que su rostro no se vea, llega ella, tira de las riendas lentamente, para frenar el caballo, ella baja del caballo delicadamente. Espera tranquilamente, observando a un búho en la rama de uno de los árboles. Una rana, salta al lago, distorsionando ligeramente el reflejo de la blanca luna. La joven, tenía pelo largo y negro, tez blanca y muy clara, ojos azules, unos labios rojos intensos, tenía una estatura media. Su piel casi brillaba cuando un haz de la luna la alcanzó, ella seguía esperando.
De repente algo llamó su atención, era un ruido, unos pasos rápidos de un caballo, de entre los árboles salió un caballo, negro, tan oscuro que casi no se distinguía. En caballo, iba él. Pelo largo y castaño, tenía bastante vello en la cara, una perilla mal recortada y  ojos negros, tez oscura y tenía el cuerpo marcado. Ropa sucia y vieja. Tenía muchas heridas y cicatrices.

- Al fin has venido, pensaba que no vendrías. 
- No pensaba en hacerlo.
- ¿Ocurre algo?
- Si he venido, es para decirle que me marcho, esto tiene que acabar y mientras siga aquí no será posible.
- No lo entiendo. ¿Acaso no me amas?
- Sí, y con todo mi corazón, pero usted es una noble y yo me crié aquí, ¿no lo entiende?
- Lo entiendo. Y tú has sufrido en lo que llamas tu hogar, déjame ayudarte, si te casases conmigo todo cambiaría.
- ¿Y que pensaría su familia? ¿Y el pueblo? ¿Y todo el reino? Sería un golpe para su reputación. Y lo sabe.
- Yo sólo quiero estar contigo, mi familia, el pueblo, todo eso me da igual. Te amo.
- Pero tiene responsabilidades, algún día asumirá el trono, recuerde la situación, no hay varones.
- Por favor, llámame por mi nombre, no quiero tratos especiales por tu parte. Y ya sé la situación, pero quiero ejercerlo junto a ti.
- Debo tener trato especial con usted, recuerde quién es. Y ya le he explicado lo que ocurre. He tomado una decisión, me iré tan lejos que ni con el poder del que dispones pudieras encontrarme.
- ¿Pero por qué? ¿Acaso no me quieres? ¿Olvidarás todo lo que vivimos juntos?
- ¿CREES QUÉ ES FÁCIL PARA MÍ? PERO ES LO MEJOR. ME COSTARÁ, PERO ES LO QUE HAY QUE HACER.
...
- Lo siento, no debí levantar la voz, discúlpeme. Pero insisto, es lo mejor.
- Pero... ¿A dónde irías? ¿Volvería a verte?
- No sé si volvería a verme y como le he dicho, no puedo decirle mi destino. Pero tendrá que hacer una cosa, enamórese de otro, cásese con él, lleve junto a él el reino.
- Sabes que no podré, y necesito saber a donde irás, estaré preocupada.
- Iré al noreste. Muy lejos. Si quiere que alguna vez nos veamos, tendrá que ser cuando el reino sea suyo y tenga un hijo.
- No puedo...
- Debe ser fuerte, tome esto, recuérdeme cuando lo vea. Su reino se lo agradecerá.
El joven le entrega un pequeño colgante, tallado por él, es un águila y en el pecho, las iniciales de ambos. La joven echa a llorar a más no poder.
- No quiero perderte, te seguiré.
- Mira puedo quedarme lo que queda de noche, pero al mediodía partiré.
- Está bien...

Abrazados y tumbados junto a un árbol, los dos jóvenes contemplan el cielo estrellado, y cae algún que otro beso. Hasta que la joven, cae rendida y se duerme. 
Un rayo de sol, la despierta, está en palacio. 

- ¿Habrá sido todo un sueño?

Se equivocaba, vio el colgante en su cuello y al lado, en la cama un sobre. Contenía una carta. Sin pensarlo, se dispuso a leerla.
Decía lo siguiente:



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