domingo, 20 de mayo de 2012

Relato de caballería incompleto

Se ajusta la armadura y sale, se ajusta el vestido y sale, se ajusta los zapatos y sale. Recorriendo caminos distintos al final se encuentra en un mismo punto del palacio, el establo.
Ensilla a los caballos y ayuda a la dama a montar al caballo, el caballero montó por sí mismo, iban a dar un paseo.
Nada más salir, observaron el cielo, había un sol enorme que lo iluminaba todo; prados verdes, lagos que reflejaban los rayos nubes grandes que se movían lentamente, hacía buen tiempo. Durante el camino intercambiaron miradas de vez en cuando y sonreía.
De repente se oye una especie de aleteo, el caballero se imaginaba de qué se trataba...
A lo lejos, en el cielo, algo tapó por un momento una parte del sol y se iba acercando, entonces se dieron cuenta, era un dragón.
El caballero, sin dudarlo, se bajó del caballo, debía proteger a la dama. Se baja el yelmo, desenvaina la espada y coge el escudo. Se dirige al dragón lentamente, pues éste ya había aterrizado y actuaba de manera hostil. La mano de la dama se acerca a la otra. El caballero se va acercando girando la espada sobre su muñeca y llega al dragón. La dama entrelaza sus dedos con los otros.
Uno, dos, tres... ¡fuego! El caballero se defendió de la llamarada del dragón con el escudo. La dama dio un tirón agarrando fuertemente la mano y fue a un lugar apartado del claro, entre árboles.
El cielo se fue oscureciendo con nubes negras, comenzaba a llover y todo se iba volviendo de tonos grises.
El caballero iba bloqueando, la dama se apoyó en un árbol, el caballero iba esquivando, la dama iba acercando sus labios, el caballero pensó cómo atacar, los labios casi se estaban rozando.
Se lanzó al ataque, ¡espadazo! ¡beso!
Comenzaron a besarse, el caballero luchaba y con cada espadazo la pasión del beso aumentaba simultáneamente.
Se tocaban el pelo, el caballero luchaba como podía, esquivando coletazos y bloqueando zarpazos; se abrazaban, el caballero seguía luchando...
La lucha era intensa y larga, el beso era intenso y largo. El dragón comenzó a sangrar por todos los espadazos recibidos y poco a poco iba perdiendo fuerzas hasta que cayó desplomado al suelo, el caballero le atravesó la cabeza rematándolo así.
En ese momento se fue a buscar a la dama, tenía la cara llena de ceniza, restos de quemaduras y sangre, también tenía la armadura abollada por los golpes del dragón.
Buscó el caballero a la dama y no la encontró en el claro.
Siguió buscando y se adentró entre los árboles. Tras buscar un rato los encontró, se percataron de su presencia y echaron a correr.
La dama se quedó atrás y el caballero lo alcanzó, le golpeó varias veces en la cara y lo retó a un con el guante una vez en el suelo.
Al día siguiente, el caballero acudió al lago, hacía sol y buen tiempo, aunque sólo estaba amaneciendo.
Se habían citado en una plataforma conectada por un puente de piedra.
El duelo era sencillo, ambos con una espada, sin armadura ni nada con lo protegerse excepto la espada.
Uno, dos, tres... ¡espadazo! El duelo recordaba a un combate de esgrima. Intercambiaron espadazos un buen rato. El sonido de los choques despertaron a la dama y observó lo que ocurría por la ventana, se vistió lo más rápido que pudo y corrió al lugar del encuentro.
¡Espadazo! Una lágrima se deslizaba por la cara de la joven, temía lo que podía pasar. ¡Espadazo! Atravesó el pequeño bosque. ¡Espadazo! La espada cayó; pero únicamente por la sorpresa y a la vez preocupación al divisar a la dama a lo lejos.
Fue corriendo, llorando, corría por el puente, pero al llegar únicamente vio como el caballero le cortaba la garganta con un corte limpio. Cayó mientras se desangraba.
El caballero sujetó a la dama por el brazo, ella se resistía y al final se liberó, corrió, besó, pero veía como los ojos se apagaban...
Lloró, corrió hacia el caballero y lo comenzó a golpear, el caballero le sujetó ambos brazos.
Seguía llorando y al final lo abrazó entre llantos, comenzó a tocar el pecho del caballero y lo besó.
Esa noche se encontraron en los aposentos. El caballero estaba en la cama, la dama se quitó el vestido y fue con él a la cama, besos, besos y más besos y comenzaron a acostarse, pero muchos recuerdos le vinieron a la cabeza, demasiados.
No lo aguantó, se puso el camisón y salió corriendo, el caballero salió tras ella.
El cielo estaba totalmente oscuro, unas nubes gigantescas dominaban la vista, llovía de manera desmesurada. Las nubes cargadas de rayos parecían que estallarían en cualquier momento.
El caballero la persiguió a través del bosque y se dio cuenta de a donde estaba llegando, al cementerio.
La encontró llorando ante una lápida, tenía la cara roja y estaba cansada de llorar, cuando se acercó a consolarla notó algo frío en la tripa y cayo desplomado, era un puñal.
La joven soltó un llanto, lo besó y corrió, corrió tanto como pudo y al final llegó.
Llegó al acantilado, miró al mar, estaba diluviando. Se acercó al borde, alzó la cabeza y cerró los ojos, respiró profundamente y dio un paso.
Cayó lentamente y se perdió entre las aguas...